Los virus son casi como «zombis» biológicos. No están del todo vivos, y solo son capaces de multiplicarse dentro de un huésped, como las células de nuestro cuerpo. A menudo, el sistema inmunitario destruye de forma natural los patógenos con moléculas especiales, como los anticuerpos.
Los miembros menos conocidos de la fuerza de defensa son unas pequeñas moléculas similares a las proteínas llamadas péptidos antimicrobianos. Sin embargo, estos no son buenos candidatos a fármacos, ya que son caros de fabricar, se eliminan rápidamente del organismo y pueden causar efectos secundarios.
En su lugar, investigadores de la Universidad de Nueva York (EEUU) han imitado su función con moléculas de laboratorio llamadas peptoides, que el organismo no degrada fácilmente y cuya producción es más económica.
El grupo quería ver si los peptoides podían inactivar otros tres virus «con envoltura» encerrados en membranas -el virus del Zika, el de la fiebre del Valle del Rift y el de la chikungunya-, así como uno que carece de envoltura de membrana, el coxsackie B3. Actualmente no existen tratamientos para las infecciones causadas por estos microbios.
Los investigadores crearon membranas de virus modelo utilizando lípidos comunes, incluida la fosfatidilserina (PS) las que se interrumpieron con mayor eficacia cuando la PS estaba presente en concentraciones más elevadas, lo que sugiere que los peptoides se dirigen específicamente a ella.
Aunque tanto las membranas humanas como las víricas contienen este lípido, su distribución es diferente en cada caso, lo que permite a un antiviral atacar preferentemente al invasor en lugar de al huésped.
A continuación, el equipo incubó los peptoides con partículas virales infecciosas enteras. De nuevo, cada uno actuó de forma diferente sobre los tres virus con envoltura: algunos los interrumpieron, otros solo uno. Sin embargo, ninguno de los peptoides pudo inactivar el Coxsackie B3 sin envoltura, lo que demuestra que el mecanismo de acción depende de su presencia.
El equipo afirma que la comprensión de este mecanismo podría informar el diseño de futuros tratamientos antivirales basados en peptoides, y podría utilizarse para crear fármacos ya armados contra la próxima amenaza vírica emergente.